LA VIDA DE CADA HOMBRE ES UN CAMINO HACIA SI MISMO. EL ENSAYO DE UN CAMINO, EL BOCETO DE UN SENDERO

martes, 24 de mayo de 2011

Una tarde en la playa

Nos sentamos a comer en un bar que hacia de esquina a poco mas de 30 o 40 metros del puerto, comprobamos que los bares estaban vacios principalmente por la temprana hora a la que decidimos sentarnos a comer...¡Pero es que teneniamos tanta hambre!
Pues nos sentamos en una mesa para cuatro personas la cual estaba preparada para recibir a sus primeros clientes con un mantel de tela verde y otro blanco de papel encima. Pedimos 2 menús para nosotros 3, de los cuales acabamos bien llenos.

Nada mas levantarnos de la mesa emprendimos de nuevo la marcha para terminar de hacerle la visita a Tapia, lo primero que hicimos es preguntar por la playa a una señora calle arriba la cual se nos ofrecio muy amablemente, asi que con las indicaciones correctas pudimos llegar por fin a la playa.

Nada mas ver la playa nos quedamos boquiabiertos al ver tanta belleza postrada en una cala situada en algun lugar del Mar Cantabrico.
Como bien os he apuntado, se trataba de una cala de una longitud de unos 400 o 500 metros de punta a cabo en la que roca, arena  y mar jugaban entre ellas ofrenciendo al espectador un espectaculo unico e inconmesurable. La arena era la predominante en practicamente el 75% de su extension, lo que nos permitia darnos un buen paseo chanclas en mano por la orilla del Cantabrico y dar a nuestros pies uno de esos placeres que solo se dan por aquellas aguas. En la playa no habia demasiada gente, pero el acondicionamiento del lugar todo parecia indicar que era unos de los principales destinos turisticos de Tapia.

Despues de hacernos algunas fotos memorables como estas y merendarnos un buen helado en una grada bien acondicionada de hormigon que habia en la entrada de la playa nos dirigimos a hacer la compra necesaria para acompañar la cena del dia (Refrescos, pan, etc.) y el desayuno del siguiente, como no en nuestro supermercado y buen amigo "El arbol". Ya paseando tranquilamente pusimos rumbo al albergue mientras el atardecer bañaba el pueblo de Tapia, un albergue que ya se encontraba bastante mas concurrido de como lo dejamos.

Nada mas llegar recogimos nuestras ropas tendidas, organizamos las mismas y las compras recien hechas para algo mas tarde y decidimos salir a contemplar el atardecer en aquellos acantilados que acogian a los caminantes y peregrinos llegados a aquellas tierras hasta que cenamos unos bocadillos para acabar lo que habiamos traido desde Sevilla. En ese preciso instante Daniel el canario, un hombre con una gran facilidad para entablar conversacion con la gente hizo su aparicion mientras nos diponiamos a cenar conociendo asi a una excelentisima persona de cuya compañia disfrutariamos durante una parte del Camino.
Dani hiba acompañado a priori (Digo a priori porque rapidamente comprendimos que viajaba solo y que lo conocio de igual manera que a nosotros) por un aleman bastante alto y espigado con muy mal español, algo que nos asombro de ver como Dani y el aleman se entendian a la perfeccion.

Nada mas acabar de cenar pusimos norte a la cama para dormir que aunque era temprano y los rayos del sol se dejaban ver en el horizonte, el hecho de tener que levantarnos aun mas temprano nos empujaba a descansar dando paso a un nuevo dia.

domingo, 15 de mayo de 2011

En el puerto de Tapia

Nada mas darnos un baño y tender la ropa que nos lavamos junto con la toalla de secarnos en un tendedero provisional, el cual nos fabricamos en el lavadero de época que habia justo enfrente del albergue, nos fuimos derecho a hacerle la visita turística que merecia el pueblo de Tapia y, como no... ¡A comer!

 Lo primero que pasamos fué un ambulatorio que estaba junto al albergue, o al menos lo parecia según se veia el interior. La entrada se componia de una puerta de doble hoja con grandes cristaleras y luego a sus respectivos anexos solo habia unos tragaluces a lo largo de la fachada a modo de ventana a la altura de nuestras cabezas cuyos barrotes horizontales impedian cualquier vistazo que quisieramos hecharle. Estaba cerrado. La calle que conducía a nuestro albergue era lo peor del pueblo de Tapia, ya que no solo por el ambultario, sino por la composicion general de la misma, que no era nada estetica.

Nada más terminar nuestra calle seguimos la carretera y subimos por una cuesta muy pronunciada, y a la izquierda se encontraba una plaza muy bonita con un edificio antiguo del pueblo que me recordaba a los bancos de las peliculas del Oeste, con ese aspecto ocre tan de época, si no recuerdo mal creo que pertenecia a alguna asociacion de pescadores o por el estilo, pero parecia no tener uso.
Atravesando la plaza llegamos a la plaza del Concello de Tapia o lo que es lo mismo, la del Ayuntamiento, la cual era mucho mayor que la anterior. De planta rectangular ésta estaba restaurada de poco tiempo, la soleria estaba compuesta por baldosas cuadradas de granito donde la continuidad se veia interrumpida por unas acequias cuyos naranjos crecian fuertes a ambos laterales de la plaza. La plaza se completaba con unos bancos los cuales se encontraban llenos de gente a esa hora, claro que al darnos cuenta caimos en que era Domingo; comenzamos a perder la noción del tiempo por las tierras norteñas.Y el Ayuntamiento en el centro a un extremo de la plaza, nos daba la bienvenida.


Abandonamos la plaza del Ayuntamiento para ir en busca de la costa, asi que atravesamos la primera plaza  y continuamos en direccion contraria hasta que una cuesta hacia abajo nos llevaba hacia el puerto de Tapia y en donde ya se empezaba a oler el olor a comida que emanaban de los restaurantes.
Una vez alli continuamos adelante adentrandonos de lleno en la zona portuaria contemplando la gran cantidad de barcos pesqueros que alli se encontraban varados por ser día de descanso y protegidos del golpe de mar por un dique que lo contenia. Estos barcos eran bastante cortos de eslora de lo que yo tenía visto tanto por Huelva como por Cadiz... eran "pateritas". Mas adelante llegamos al mismo dique que os comenté, el cual estaba enlazado con tierra firme y permitía su acceso, y pudimos contemplar el Mar Cantábrico en todo su esplendor y bravura.

En la zona interior, un poco más adelante de donde se encontraban los barcos, quedaba un recinto amplio de agua en calma donde se encontraban personas de avanzada edad dandose un chapuzón...si, si...CHAPUZON! Nos quedamos boquiabiertos, a eso que en ese preciso instante nos miramos las polares que llevabamos puestas y nos echamos unas risas.

Despues de una sesion de fotos, el gusano que habitaba en nuestros estómagos nos invitó a buscar un lugar donde saciar su hambre.