LA VIDA DE CADA HOMBRE ES UN CAMINO HACIA SI MISMO. EL ENSAYO DE UN CAMINO, EL BOCETO DE UN SENDERO

lunes, 30 de abril de 2012

Vilela y las Fabes.

"Bueno querido blog, tu que haces que mis recuerdos se mantengan vivos, aqui estoy nuevamente contigo. Hace unos meses que te he tenido que dejar de lado por falta de tiempo, no es que ahora lo tuviera, pero te echaba de menos y decidido a sacar tiempo para seguir plasmando en ti nuevamente aquellos recuerdos de una experiencia fantástica en mi vida..."

Esa tarde, cálida y silenciosa, nos fuimos a sentarnos bajo la sombra de un buen arbol en un merendero de piedra que estaba junto al restaurante, asi aprovechabamos la zona para inmortalizarla como bien merecia la ocasion.

Mientras salia de mi trance "post-siesta" disfrutaba de un silencio que solo estaba al alcance de unos pocos privilegiados que decidimos pernoctar en dicho lugar. No era un silencio cualquiera, era ese silencio que se aprecia cuando uno conoce el mundanal bullicio de la ciudad y se aleja para sumergirse en un mundo paralelo donde solo el silencio es interrumpido por el maravilloso concierto de la naturaleza. Sin duda estabamos siendo testigos de una estampa sin igual que quedó grabada en mi cabeza y que dos años despues aún sigo sientiendo el aroma de aquella tarde.






Daniel, el compañero canario de camino, también se acababa de despertar de la siesta para tomar asiento junto a nosotros. Despues de una breve charla nos levantamos para hacerle una visita a la aldeita que nos dio la bienvenida antes de llegar al albergue pocos metros antes.

Cada segundo que pasaba era como si lo pudiese tocar y guardarlo dentro de mi; durante todo nuestro paseo no pasó ni tan siquiera un simple coche, una moto o incluso una bicicleta, tenia la sensacion de no haber nadie mas en el mundo salvo los que estabamos esa tarde en ese lugar.
 Al llegar a la aldea lo primero que vi fue unos huertos muy bien sembrados y cuidados de fabes, que son alubias de un tamaño bastante superior a las convencionales que cocinamos con frecuencia en nuestros hogares y que son muy típicas en las tierras gallegas. Aprovecho para recomendar que no se os ocurra pisar Galicia sin probar las "Fabes con Pulpo", una delicia entre delicias.
En ese mismo huerto tuvimos la fortuna de conocer y charlar un poco con una señora que se encontraba labrando las tierras anexas al sembrado de fabes, y digo fortuna porque en toda la tarde no vimos a casi una persona más asomar por las 8 o 9 casas que conformaban la aldea. Así que intercambiamos unas palabras con la señora que nos recibió amablemente.

Seguimos con la visita caminando por la carretera que atravesaba la aldea contemplando a un lado y a otro cada uno de los hogares del lugar: pequeños, rusticos y con el toque propio que le daban las enredaderas como revestimiento en sus fachadas.





Después de la visita a la aldea, aguardamos el anochecer disfrutando de cada segundo que pasaba como si fuera el último hasta que el crepúsculo dió paso a la noche, y la noche dió paso a un nuevo día.